Quiso leer el destino en un vaso de agua, así como le había enseñado la abuela. El primer círculo del líquido puede contener el futuro, el agua del fondo bien observada puede contener la repuesta que buscas, le había dicho.
Se quedó mirando un largo rato el vaso, de ladito, para poder abrir la ventana de los secretos futuros, pero por más que miraba en el punto señalado por su abuela, la transparencia del agua no le revelaba ningún destino. ¿Será que no hay nada más allá de la monotonía en la que se había hundido su vida? Cansada de buscar y resignada a no tener los poderes adivinatorios de la abuela, vació el líquido en el fregadero. ¿Quién encuentra un destino en un vaso de agua en estos tiempos?, se dijo.
Llenó el vaso de vodka hasta el borde, cuando estaba a punto de dar el primer trago creyó ver una imagen reflejada en el borde del vaso, en el primer círculo del líquido. Se detuvo para observarlo, pero la imagen parecía ir y venir, en un enfoque y desenfoque perverso que apenas si le permitía reconocer algo, estaba segura que no era el reflejo natural del líquido, el vodka trataba de decirle algo, esforzándose mucho alcanzó a ver lo que parecía era la casa de su infancia, un arbusto y un gato.
—Bien, ya logré ver algo, ahora ¿qué es lo que significa?, dijo mirando hacia arriba, pensando en su abuela, ¡menudo chiste poder ver sin saber los significados!, pensó inquieta, tratando de enlazar una idea con las figuras que había advertido. Sin poder contenerse le dio un trago a la bebida como era su idea inicial y no pudo evitar pensar que se estaba “tragando” las primeras imágenes, volteo a mirar de nuevo el vaso pero otras figuras aparecieron en el espejo de líquido; vio clarito el rostro de su ex, un pastel de cumpleaños y su balcón lleno de plantas, le dio otro buen sorbo a la bebida y aparecieron otras imágenes al azar cuyo significado desconocía, bebió una y otra vez más con iguales resultados. Cuando solo quedaba el suficiente vodka para un último trago, vio entre la bruma de la borrachera que se había conseguido a punta de apurar los tragos, el rostro sonriente de su abuela, era el último círculo, el de las respuestas, ¿su abuela era la respuesta?, recordó cómo ella trataba de trasmitirle sus conocimientos y ella renuente a aprenderlos, por eso hoy batallaba tanto.
Completamente ebria se tiró en el sillón más cercano, cerró los ojos y comenzó a ver las imágenes que se había “tragado”; nada le decían excepto el rostro de su abuela que alegre como siempre la instaba a vivir plenamente, algo que había olvidado desde hacía algún tiempo.
Se quedó dormida con una sonrisa en el rostro, pensando alegre que si bien no podía encontrar las respuestas en un vaso de agua como su abuela, bien podía hacerlo en uno de vodka.
No se dio cuenta, pero comenzó a hablar dormida, señalando designios y significados de las imágenes que se había bebido.
*
Caminar para encontrar historias, para contar historias al ritmo de los pasos sin rumbo, para perderse entre laberintos de concreto de esta ciudad que se trasmuta a los ojos de la imaginación desenfrenada. Caminar para perderme y reencontrarme, para leer entre las junturas de las banquetas, en los árboles de los jardines y las ventanas de las casas los cuentos esquivos que le susurro a la pluma de tarde en tarde.
Juana María Ramírez