El laberinto

Camino con el cabello enredado y la brisa en el pecho
entre la mirada y el abrazo hoy
y el tiempo siendo tiempo.
Desdoblo hojas y hago trazos con mis pies
deseo hacer que mis manos convoquen a la lluvia
y sigo andando en el espacio etéreo de la mañana.

Entro al espiral con el deseo entero de querer perderme y perder todo rastro del pasado que me acompaña con el murmullo de los recuerdos.
Me pierdo en él y no sé salir.

Ella es Eribea entregada al Minotauro, y entiende a Ariadna, luminosa tejedora de vidas, quien amó a Teseo sin medida, es también Pasifae, madre del monstruo del laberinto, y entiende su vida como la mujer homérica, la mujer mítica, para la cual no debe haber explicación ni razón, solo habitar en la verdad enigmática y presente en ella, siempre en ella.

Que alguien avise
que no es mi deseo salir del laberinto
no quiero dejar de estar perdida
no quiero recuperar la cordura que abandoné
en el trayecto.

Magui Arnal F

Mientras corría en el campo

La poesía no es poesía si no es sensorial. No es poesía si no se conecta a la emoción, no es poesía si no cuenta hechos por medio de la palabra, a través de la poesía el yo se reinventa al escribirse a sí misma y al leerse en el otro. La poesía viste al yo de emociones vivas en el cuerpo, la poesía desnuda, un cuerpo desnudo es poesía.

*

La historia se cuenta con palabras, el juego de las palabras construye la identidad del yo, el yo construido es destino, el destino construido se cambia al cambiar las palabras.

*

La vida es un teatro, los personajes son criaturas insignificantes creyendo que son alguien. Su ignorancia los aferra al personaje, sin darse cuenta que son solo marionetas jugando a tener identidad, pero es solo espuma.

*

Ella era una diosa envuelta entre pensamientos de vacío, construidos por un entorno que buscaba anular su existencia.

*

Ella jugaba a ser mujer mientras corría en el campo, sus pies descalzos sobre el calor de la tierra. Ella se vestía de mujer al imaginarse libre, supuso que un día podía ser ella, vivir en el mundo sin pedir permiso, sin justificar su existencia, sin pensarse errónea; ella estaba segura que se volvería una adulta a cargo de sí misma.

*

Mi cuerpo es mi maestro, siempre me ha mostrado el camino y respondió a mis necesidades. Mi mente necia quiere controlarlo y dominarlo, se siente más fuerte y más sabia e incluso más importante. Mi cuerpo al revelarse pidió mi atención a través del dolor, ahí me di cuenta que al cuerpo no se le domina, se le escucha, se le atiende, se le ama y se le acepta. Mi mente es ego, el cuerpo es sabiduría, vive por sí mismo con o sin mente, el cuerpo es el jinete, la mente solo es el viajero.

*

Mi mente va aprisa, debía llegar a casa a terminar la tesis, mi mente me lo exige porque no se creía capaz de concluir a tiempo. Mi cuerpo me llevó entre calles caminando despacio mientras la tarde se desvanecía. Ahí entendí que mi cuerpo siempre tiene las respuestas.

Sanjuana Verónica Meza

El destino en un vaso de agua

Quiso leer el destino en un vaso de agua, así como le había enseñado la abuela. El primer círculo del líquido puede contener el futuro, el agua del fondo bien observada puede contener la repuesta que buscas, le había dicho.

Se quedó mirando un largo rato el vaso, de ladito, para poder abrir la ventana de los secretos futuros, pero por más que miraba en el punto señalado por su abuela, la transparencia del agua no le revelaba ningún destino. ¿Será que no hay nada más allá de la monotonía en la que se había hundido su vida? Cansada de buscar y resignada a no tener los poderes adivinatorios de la abuela, vació el líquido en el fregadero. ¿Quién encuentra un destino en un vaso de agua en estos tiempos?, se dijo.

Llenó el vaso de vodka hasta el borde, cuando estaba a punto de dar el primer trago creyó ver una imagen reflejada en el borde del vaso, en el primer círculo del líquido. Se detuvo para observarlo, pero la imagen parecía ir y venir, en un enfoque y desenfoque perverso que apenas si le permitía reconocer algo, estaba segura que no era el reflejo natural del líquido, el vodka trataba de decirle algo, esforzándose mucho alcanzó a ver lo que parecía era la casa de su infancia, un arbusto y un gato.

—Bien, ya logré ver algo, ahora ¿qué es lo que significa?, dijo mirando hacia arriba, pensando en su abuela, ¡menudo chiste poder ver sin saber los significados!, pensó inquieta, tratando de enlazar una idea con las figuras que había advertido. Sin poder contenerse le dio un trago a la bebida como era su idea inicial y no pudo evitar pensar que se estaba “tragando” las primeras imágenes, volteo a mirar de nuevo el vaso pero otras figuras aparecieron en el espejo de líquido; vio clarito el rostro de su ex, un pastel de cumpleaños y su balcón lleno de plantas, le dio otro buen sorbo a la bebida y aparecieron otras imágenes al azar cuyo significado desconocía, bebió una y otra vez más con iguales resultados. Cuando solo quedaba el suficiente vodka para un último trago, vio entre la bruma de la borrachera que se había conseguido a punta de apurar los tragos, el rostro sonriente de su abuela, era el último círculo, el de las respuestas, ¿su abuela era la respuesta?, recordó cómo ella trataba de trasmitirle sus conocimientos y ella renuente a aprenderlos, por eso hoy batallaba tanto.

Completamente ebria se tiró en el sillón más cercano, cerró los ojos y comenzó a ver las imágenes que se había “tragado”; nada le decían excepto el rostro de su abuela que alegre como siempre la instaba a vivir plenamente, algo que había olvidado desde hacía algún tiempo.

Se quedó dormida con una sonrisa en el rostro, pensando alegre que si bien no podía encontrar las respuestas en un vaso de agua como su abuela, bien podía hacerlo en uno de vodka.

No se dio cuenta, pero comenzó a hablar dormida, señalando designios y significados de las imágenes que se había bebido.

*

Caminar para encontrar historias, para contar historias al ritmo de los pasos sin rumbo, para perderse entre laberintos de concreto de esta ciudad que se trasmuta a los ojos de la imaginación desenfrenada. Caminar para perderme y reencontrarme, para leer entre las junturas de las banquetas, en los árboles de los jardines y las ventanas de las casas los cuentos esquivos que le susurro a la pluma de tarde en tarde.

Juana María Ramírez

Humor dorado

Siguiendo a Rafael Medina

​Inspiradores temas: desde la incompatibilidad de la literatura con el sexo, hasta el verso-traficante y narco-poeta, flota una nube de humor no negro ni gris, sino dorado, trascendente y consistente que me inspira la siguiente idea:

¿Hasta donde se podría llegar si ni siquiera el tener que pagar plaza por escribir o recibir una madriza por expresar mi obra son suficientes obstáculos para dejar de perseguir un objetivo o un sueño?

​Mala noticia que te hayas ausentado físicamente Rafael Medina, íbamos retebien.

*

Teoría de la belleza

Siguiendo a Margarito Cuellar

​Buscar la belleza en los corderos muertos, aves sin ilusiones, mendigos, enfermos y extraviados: estas escenas se cruzan constantemente en nuestro caminar, empujándonos a traspasar hemisferios que contienen sólo moscas que ensayan su ballet en la basura. Esto debe invitarnos a preguntar: ¿no será que en el fondo es lo que deseamos encontrar?

​Pero si mi pisada sale del fango y logro posar mi pie en el pasto verde, inhalar oxígeno, disfrutar colores y aromas, aves que ensayan melódicos trinos, cubrirme con la brisa del mar o embriagarme de un atardecer; seguiría preguntando: ¿equivoqué el camino?

Mario Torres Guízar

Cuando el cuerpo se enreda en la tarde

Vivo en un jardín manchado de lenguaje
panal matriz del deseo
frenética lluvia empapa hojas inversas
es difícil absorber la escritura
cuando el mediodía se conjuga con dos puntos suspensivos: tus ojos.

Desvanezco entre palabras como tierra ardiente
la pausa se condensa
mientras un insomnio acumulado
hamaca deshoras de agua.
Líquida impregno semillas
germino lo que no se silencia: paraíso latente.

Tropiezo cuando el cuerpo se enreda en la tarde
caigo de boca dentro de una maceta
sombra que resguarda la herida
poético es el sueño: te escribo.
Amanezco desnuda de sol
entre renglones fértiles
aunque seas ausencia toda la noche.

*

Mueca de migajón

En un suspiro borro la realidad con una mueca de migajón que brota de mis labios. Sigo preparando una ensalada fresca mientras decido salir a caminar. El sendero es laberinto con un pronóstico impredecible que va desde calor tropical hasta una tormenta eléctrica que dejará una total oscuridad.

Qué más da, siempre salgo desnuda al paseo con el pelo alborotado y una brújula rota. Mi trayecto de peregrina habitual es adivinanza que nunca se resuelve. Camino en enredos dentro de un patio de gramática donde se columpia la rutina, me dirijo a una sintaxis de hospedaje futuro con plenitud incluida, tomo ruta hacia los campos de sueños que germinan de manera híbrida y termino en trampas de lodo que sabotean el destino.

Suena el teléfono, regreso en un destello de mi caminata mental. Me quito los tenis del hartazgo. Sudo cansancio de la feminidad impuesta. La ensalada está lista.

Cristina Gutiérrez Mar

Fiebre escritural

Me embriagué con el perfume de las rosas. Recuperé la conciencia sobre una jardinera repleta de nopales.

*

Las aceras de los primeros cuadros de las grandes ciudades resguardan celosamente la decadencia estrepitosa donde los mercaderes, en su postura de budas callejeros, escuchan inmutables el incesante regateo por su arte clandestino.

*

Texto, te pido me disculpes. No pude evitar enjuagar los platos con tus lágrimas.

*

El canto de los grillos es la banda sonora de una noche en vela.

*

Soy una sartén y quiero viajar a Marte. Estoy cansada de freír espárragos.

*

Yo solo deseo viajar a Marte porque quiero pedirle su autógrafo al Mayor Tom.

*

La botarga no dió el ancho para ocultar el saco de huesos en que se había convertido, y así asistir ardiendo con todo y fiebre escritural a leer su relato en la misa del domingo.

Margarita Oroz

Hombre Crucigrama

Conocí al Hombre Crucigrama en el café de la esquina. Supuse que gustaba precisamente de esa cafetería por su piso de mosaicos blancos intercalados con unos cuantos negros. No dudo que anduvo buscando por toda la ciudad el lugar donde se sintiera como pez en el agua para ejercer su oficio.

Me gustaba verlo llegar con su camisa blanca, pantalón negro y sus mocasines bicolores que le combinaban perfecto y que de alguna manera le daban un aire de misterio y lo hacían caminar sorteando las juntas de los mosaicos sin jamás pisar las líneas.

La mesa al fondo siempre estaba reservada para él, la única mesa cuadrada del lugar. Cargaba un montón de libros en un viejo portafolios que tenía el tamaño de una maleta. Los sacaba con cariño y los iba acomodando del más grande al más pequeño formando una torre. Sacaba también un puñado de hojas blancas, dos lápices bien afilados, un sacapuntas, una regla y una lupa, con la que veía los pies de página de los libros más pequeños.

Se podrán imaginar que sus lentes también eran cuadrados, y si pedía un postre siempre era el mismo: brownie con helado de vainilla. Lo cortaba en dos, ponía el helado en una de las mitades y encima colocaba la otra mitad para hacer una especie de sándwich de nieve.

Obviamente, él llevaba su taza cuadrada para que ahí le sirviéramos el café. Usaba mucho los dedos de la mano izquierda para contar, y lo hacía tocándose la frente con cada uno de ellos. Contaba y escribía. De lejos parecía estar siempre solo y feliz. Yo envidiaba la compañía de historias, personajes y elementos químicos con la que contaba. Solo una vez me atreví a acercarme a él y le pregunté: ¿qué prefiere, horizontales o verticales? Las encrucijadas, respondió.

Ana G. Cantú

Personaje I

De niña nunca pensé, como Almudena Grandes: quiero ser escritora. Yo quería más bien ser el personaje de la novela.

Personaje II

De niña quería ser pirata, apache, cazadora, capitán de barco, exploradora, vengadora anónima. Quería, pues, que alguien me escribiera. No sabía que para eso tenía que convertirme en autora.

*

Que muera el amor

El amor también tiene una infancia, una adolescencia, una madurez y, como todo, también debe tener una muerte.

Es bueno que el amor muera. El amor viejo se vuelve inútil en un punto, un lastre, un cuento que ya nadie se cree.

Déjalo morir y cría uno nuevo, uno en que se reconozcan, uno que entienda quiénes son ahora ustedes dos.

*

Cuando te dicen: botones, ¿piensas en abrochar o desabrochar? ¿Te gusta amarrar cordones o jalar la punta? ¿Alisas las hojas o te complace arrugar papel? Si te digo boca, ¿besas o callas?

*

Muerte

La muerte no es sombría, es un puño que te aprieta el aliento a mitad de un paseo. La muerte no es taimada, nos avisa todo el tiempo que ahorita llega.

La muerte no es extraña, la experimentamos en cada cambio incluso de un cotidiano al otro, de un interés a otro: la vida está hecha de pequeñas muertes.

La muerte no se revela en fantasmas, es lo que queda de nosotros porque ellos ya no están.

Mónica García

Presentación editorial

Nuevos títulos de las cuatro colecciones de la editorial Al gravitar rotando:
1. La ronda de los solos: Dea Siria: La dama del mar de Clara Lozano Alaberú
2. Otros Forasteros: Dios se mudo a un lugar más cálido y ha dejado claro que no volverá de Fernando Ortiz
3. Ni siquiera el tiempo: Los cajones nocturnos de Constanza Léon
4. Silbables Ráfagas: Bailan su muerte las flores blancas de Laura Solorzano

Vértigo en el horizonte de sucesos

Escucho el eco de mi voz en tus palabras, el atronador murmullo de un coro de millones. Tan sólo repites lo que han dicho ya tantos, cuando pregunto…

Mas si lo haces, también es porque yo mismo repito los deseos, del ayer y de otros miles. Rumio y regurgito el discurso que se me dio desde la infancia.

Quizás sea por eso que muchos dicen que has superado la prueba de Turing: no porque seas en realidad más humana, sino porque esta humanidad es la más artifical que jamás haya existido, tan ciega y tan vacía que te ofrece el mundo para que lo devores junto a sí. Uróboro dantesco. Agujero negro.

Andrés Aranda

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